Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


100171
Legislatura: 1887-1888
Sesión: 11 de junio de 1888
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Bosch.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 130, 2690.
Tema: Discusión sobre dimisión del Sr. Martínez de Campos del cargo de Capitán General de Castilla la Nueva.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): La dimisión del capitán general del distrito de Castilla la Nueva es un hecho que no desconoce el Senado ni el Sr. Bosch; por consiguiente, no tengo yo necesidad de contestar a S.S. acerca de esto.

¿En qué se funda la dimisión del capitán general de Castilla la Nueva? Pues se funda en un incidente provocado por una cuestión de etiqueta. Esa cuestión de etiqueta encierra otra de derecho, difícil de resolver, porque se trata nada menos que de la interpretación que se ha de dar a algunos artículos de la Ordenanza militar que se relacionan con el derecho de ciertas elevadas personalidades, al dar el santo y seña a las autoridades. Hay, pues, aquí dos cuestiones: una de derecho y otra de hecho que han nacido, que ha dimanado de los incidentes de la cuestión principal.

Pues bien; el Gobierno, deseoso de resolver como proceda en justicia la cuestión de derecho y la de hecho, y teniendo en cuenta altísimas consideraciones, dada la importancia de la misma cuestión de derecho, no solo porque se trata de interpretar una ley tan trascendental y tan grave como la ley militar, sino también porque se ventila la existencia de un derecho, afecte o no a ciertas personalidades de suma importancia; el Gobierno, digo, cree que no está en el caso de resolver por sí y prescindiendo de todo informe, asunto tan serio y trascendental, y en este concepto ha tomado el acuerdo de cometer a los más altos Cuerpos consultivos la resolución de esta cuestión de derecho; y como es difícil separarla de la de hecho, deja aplazada la solución de esta última para cuando aquella otra esté terminada.

De esta manera cree satisfacer el Gobierno todas las conveniencias, y por otra parte, considera que así atiende a necesidades imperiosas que tienen los Cuerpos Colegisladores y el Gobierno para legalizar la situación económica de la isla de Cuba y Puerto Rico y para aprobar los presupuestos generales del Estado, por las ventajas que puedan reportar a nuestra abatida agricultura y a nuestra no menos abatida industria. En este concepto, el Gobierno de S. M. declara que no puede menos de dar preferencia a todas estas cuestiones, a lo cual está comprometido ante el [2690] país la Constitución del Estado. (Muy bien, muy bien).

Los otros asuntos, graves e importantes como son, no tienen la urgencia que las cuestiones económicas, enfrente de las cuales nos encontramos, pues al fin y al cabo no ha de ser tan fácil otra cuestión de etiqueta, cuando no ha surgido conflicto alguno por cuestiones de esta clase que yo recuerde en tantos años como cuento de existencia, y es seguro que no han de ocurrir otros análogos al presente cada veinticuatro horas. Por tanto, bien puede esperar esta cuestión un acuerdo del Gobierno, basado en el examen y estudio que de ella hagan los altos Cuerpos consultivos del Estado, para después darle aquella solución que más convenga.

Y en cuanto a la dimisión de mi queridísimo amigo el señor general Martínez Campos, tampoco hay necesidad de resolverla ahora, porque si tenía algún agravio, el agravio queda satisfecho con la dimisión que tiene presentada. El Gobierno no tiene prisa en admitírsela, seguro como está, y no puede menos de estarlo, de la lealtad de tan alto y digno funcionario. Y si no hay prisa para tratar estos asuntos, ¿a qué esa precipitación? ¿Es que se cree que la precipitación lo puede resolver todo mejor? Cuando se trata de tan altas personalidades, ¿no merece la pena estudiar con detenimiento el asunto, siquiera sea en gracia de los grandes servicios, que yo soy el primero en reconocer en el señor general Martínez Campos, tanto que los he reconocido antes que el Sr. Bosch, que bien poco los reconocía S.S. en otro tiempo, mientras que yo los he reconocido siempre? (Muy bien, muy bien. ?El Sr. Bosch: No los reconocía S.S. cuando dijo que hubiera fusilado al señor general Martínez Campos en Sagunto). ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? Ya que se trata de artículos de la Ordenanza, por la Ordenanza merecía el castigo que yo entonces dije. ¿Qué quería S.S.? ¿Quería que estando yo en este puesto faltara a mis deberes y no defendiera lo que me estaba encomendado? Lo defendí contra el señor general Martínez Campos y lo hubiera defendido contra todos los generales españoles. (Muy bien, muy bien).

El mismo señor general Martínez Campos, en las expansiones de la amistad que yo he tenido con él, porque después de todo nos queremos sinceramente, ha reconocido que yo tenía razón al decir aquello (el Sr. Martínez Campos: Es exacto), porque en realidad yo no hacía más que cumplir con la Ordenanza y con las leyes del país, que tenía la obligación de guardar y defender.

Por consiguiente, Sres. Senadores, yo pido al señor Bosch, que no tenga tanta impaciencia, que no tenga prisa, que deje debatir los asuntos urgentes que nos están encomendados, que deje normalizar la situación económica, que procure en lo que está de su parte no poner obstáculos a la aprobación de ciertas leyes que son beneficiosas para el país, ya que tanto se habla del estado calamitoso en que se halla, y que después se dé soluciones a esas otras cuestiones con la calma, con el detenimiento y con la consideración que merecen, no solo por lo que son las cuestiones en sí mismas, sino por las personas que están interesadas en ellas.

Y después que hayamos hecho esto y que el Gobierno haya tomado su resolución con todo aquel detenimiento que el asunto exige, entonces venga el Sr. Bosch preguntando todo lo que guste acerca de esa resolución, que el Gobierno no dejará de contestarle. Yo, por de pronto, puedo decir a S.S. que la resolución de las cuestiones económicas es necesaria, no en interés de este Gobierno, sino en interés del crédito de la Nación, en interés de la política de este país, en interés del bien de la Patria, por lo que debemos resolverlas; y después que hayamos resuelto esto, yo prometo a S.S. no aconsejar a S. M. la suspensión de las sesiones de las Cortes hasta que este asunto y otros igualmente políticos se traten con la extensión y de la manera que quieran, no solo las oposiciones, sino las individualidades, si las hubiere dentro de esta Cámara. (Muy bien, muy bien). Esto exige, señores, la prudencia, la conveniencia de todos; esto exige el patriotismo, y yo a la prudencia, a la calma y al patriotismo de todos apelo.

Aplace el Sr. Bosch su interpelación para mejor ocasión, y no faltarán a S.S. todas las satisfacciones que sean necesarias.

Entre tanto, pido mil perdones a los Sres. Senadores por las palabras con que he molestado su atención. (Muy bien, muy bien) [2691]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL